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T A N G O

TED NELSON, UN TIPO SIMPÁTICO

Vannebar Bush originó todo en 1945, cuando publicó el artículo titulado “As we may think” (“Cómo podemos pensar”) en la revista The Atlantic Monthly. En este texto, el autor norteamericano proponía compartir información especializada usando la tecnología. Su idea cogía forma en el dispositivo Memex, que consistía en “una especie de mesa con superficies translúcidas, teclado, palancas y botones que pueden buscar rápidamente archivos en forma de microfilms". Bush aseguraba que gracias a Memex “un individuo almacena sus libros, anotaciones, registros y comunicaciones, y esta colección de información es mecanizada de forma que puede ser consutada con alta velocidad y mucha flexibilidad".

Cuando Vannebar Bush presentó sus ideas, Ted Nelson tenía sólo ocho años. Pero probablemente ya había desarrollado algo de su particular “obsesión”: coleccionar, ordenar y clasificarlo todo. Durante su adolescencia, fueron cientos los objetos que guardó en su bodega, el propósito de conservar en un sitio seguro todo lo que él consideraba importante. Esta “manía” suya tiene un lado bastante simpático: está originada porque desde niño Nelson tuvo problemas de concentración y, pese a ser un tipo creativo, no conseguía organizarse para avanzar en nada. Por así decirlo, era un pequeño genio desastroso. De ahí que su mayor ilusión fuese poner en orden aquello que para él tenía importancia.

Al principio, Nelson no se entendía demasiado bien con las máquinas. De hecho, había empezado su investigación con un sistema de tarjetas interenlazadas: en cada tarjeta, había alguna palabra que te llevara a otra tarjeta (por ejemplo, en el texto titulado “América” podías encontrar un enlace a la tarjeta “Colón”). Con el tiempo, empezó a interesarse un poco más por la tecnología. Es más, le entusiasmó la posibilidad de que las máquinas pudieran ayudar al hombre a registrar y compartir la información. Eran los 60, y Ted Nelson empezaba a abrirse paso en el sendero abierto por Vannevar Bush.

Fue en 1965 cuando, en la conferencia de la Association for Computing Machineryin, Nelson acuñó el término decisivo: hipertexto. Nelson hablaba así del hipertexto: "Como señalaba Bush con su terminología, nosotros pensamos en hipertexto. Hemos hablado en hipertexto durante toda la vida sin darnos cuenta. Generalmente sólo cuando escribimos tomamos las ideas y las ponemos en la secuencia requerida por la lengua escrita. Escribir es un proceso que transforma el árbol del pensamiento en una empalizada". El hipertexto era, más o menos, lo que había estado haciendo con las tarjetitas, pero integrado en un sistema de máquinas que podría extenderse alrededor del mundo.

El problema es que Ted Nelson imaginaba el hipertexto, pero todavía no se había desarrollado un solo procesador de textos efectivo. Por eso, sus ideas no fueron entendidas del todo. Era un tipo excéntrico que, además, no conseguía presentar una propuesta técnica que hiciese visible lo que tenía en la cabeza. Seguía sin entenderse demasiado bien con la tecnología. Pero en ese momento Nelson tuvo una idea que por fin veía viable: una red mundial de conocimiento que se llamaría Xanadu. Este proyecto consistía en la creación de un nuevo sistema de almacenamiento de información en el que todo estuviese interconectado como una inmensa y moderna biblioteca. Nelson expuso el funcionamiento de Xanadu: cualquier persona podría acceder a la copia de cualquier obra, y cada nueva creación quedaría registrada indefinidamente. No habría pérdidas ni degradación de los documentos, porque el formato ahora era mucho más seguro y permitiría, además, almacenarlo todo en un espacio mucho menor. Además, los autores de los textos verían protegida su autoría, y recibirían una tasa por cada vez que alguien consultase su obra. La verdad es que el proyecto de Nelson, así presentado, podía ilusionar a cualquiera. De hecho, reclutó a varios jóvenes estudiantes que le ayudaron a ir desarrollándolo.

Pero no resultó fácil. De hecho, han pasado casi 40 años, y Xanadu todavía no es lo que Ted Nelson imaginaba. No está materializado en nada en concreto. Actualmente, Nelson sigue trabajando en ello, pero compagina su “obra vital” con su trabajo en varias universidades de Japón e Inglaterra.

De todos modos, Xanadu ha tenido una fuerte influencia intelectual en la creación de los actuales sistemas de hipertextos. Es decir, al final, la idea que sí se ha revelado como fundamental es la del hipertexto. En 1990, lo hizo mundialmente famoso Tim Berners-Lee con su World Wide Web. Hoy en día, millones de usuarios de internet disfrutan de las ventajas del hipertexto casi sin darse cuenta. Leen documentos, artículos, comentarios sobre temas que les interesan, y si hay algo en concreto en lo que quieren profundizar, puede que con sólo pulsar sobre una palabra estén delante de otro texto que les resulte satisfactorio. Y de palabra en palabra pueden ir navegando hasta que la información les salga por las orejas. Tal vez la red no esté tan ordenada ni tenga –en general- tanta calidad como el nivel que Ted Nelson soñaba para su Xanadu, pero sin duda alguna, lo que hoy ofrece internet –que es muchísimo- jamás hubiese sido posible sin la existencia de mentes tan inquietas como la de Nelson, que ideó el sistema de enlaces en el que se basa el hipertexto que hoy conocemos.

Más información:
Blog dedicado a la historia del hipertexto

2 comentarios

jlori -

Visto Eduardo, lo puedes pasar a otro blog.

Eduardo -

Aclaración para los colaboradores de Tango: evidentemente, este post no tiene demasiado que ver con este blog. Está publicado aquí de manera provisional, hasta que consiga entrar en blogbusters.